“La política nacional pertenece hoy, peligrosa y casi generalizadamente, al reino del cambalache moral y del “chanterío” rampante. No sólo hemos igualado “al que mata y al que cura”, sino que también nos da “lo mismo un burro que un gran profesor”.
“Hemos perdido los códigos de la moral y de la seriedad.
Hoy debo agregar:
“Hemos perdido también la sensatez”.
Porque lo que estamos viviendo (mejor dicho, sufriendo) los argentinos ante el llamado conflicto con el agro, es una muestra extrema de insensatez.
Debo reconocer que, aunque lo intento, no encuentro motivos valederos para adoptar la clásica postura del observador imparcial que asigna una cuota de culpa a cada una de las partes enfrentadas. No. Éste es un caso que se parece más a una persecución del que se cree fuerte, contra el que él cree débil. O en todo caso y por decisión de una de las partes, es un duelo a muerte, no a primera sangre.
Veamos:
1.- El gobierno jamás tuvo un plan estratégico, ni para el agro ni para ninguna otra actividad. La improvisación y las estrategias de 24 horas nos han gobernado desde 2003 (también desde antes). La prueba más clara y ominosa de ese inmediatismo ciego es que en la era K jamás hubo una reunión de Gabinete, ni con él ni con ella. ¡Creen no necesitarlas! En un mundo tan complejo y cambiante como el actual, eso es muy insensato y cercano al intento de suicidio nacional.
2.- De modo que nadie puede decir seriamente que el aumento de las retenciones decretado sorpresivamente el 11 de marzo de este año formaba parte de una estrategia nacional, y menos aún de una política de redistribución del ingreso. Al contrario, en estos cinco años jamás hubo tal política: mientras la economía ha crecido al 9% anual, la desigualdad social no se ha modificado e, incluso, se está agravando últimamente debido a la inflación: en el primer trimestre de este año, el índice que mide la brecha entre los más ricos y los más pobres aumentó de
Las retenciones fueron, como casi todas las medidas fiscales de esta era, sólo una forma de arrimar fondos a un voraz Estado Nacional, burlar la coparticipación a las provincias y hacer caja para mantener un superávit fiscal que, en buena medida, se usa para comprar voluntades políticas a precios de ocasión en una especie de liquidación de saldos y retazos por fin de temporada, asegurar fidelidades de baja calidad moral y pagar la tropa de choque propia. Si la economía creció vigorosamente durante un lustro (nuestro PBI es un 50% mayor al de 2002), la permanencia de la misma cantidad de Planes de Jefas y Jefes de Hogar que antes de la crisis no se explica, salvo que en buena medida sean la paga de la tropa “de élite”.
En esto conviene no engañarse: nos guste o no, las retenciones no tuvieron ninguna finalidad ni intención estratégica alguna que fuera mayor al vuelo de una perdiz.
3.- Dentro de ese peligroso y ciego inmediatismo, el gobierno ni siquiera entró a considerar que podía haber una resistencia masiva como la que encontró en el agro. Estaba acostumbrado a la obediencia de los políticos, de los gobernadores propios y varios ajenos, de los intendentes, diputados y senadores (con alguna excepción que salva en algo nuestra vergüenza nacional, y nada más). También estaba acostumbrado a “negociar” con gremialistas funcionales y “políticamente correctos”, y con industriales y comerciantes “flexibles”. Quien haya participado de esos “duros” encuentros alguna vez, sabe que en ellos se practica un “toma y daca” no siempre apto para ser presenciado por menores de 18 años. En esos cenáculos, todo es negociable… Todo, hasta lo que tiene que decir cada uno cuando enfrente al periodismo a la salida de la reunión del caso. Con las organizaciones agrarias las cosas son distintas. Sus “bases” son rudos hombres de trabajo, muy individualistas y acostumbrados a cumplir y hacer cumplir la palabra empeñada. Por eso su paciencia es amplia, pero tiene un límite que, cuando se lo cruza con trampas y “avivadas” de pueblerinos pícaros, explota sin retorno posible y sin parar mientes en las consecuencias (recuerdo que en San Juan, mi provincia, hace años un campesino mató a su vecino de un escopetazo porque lo sorprendió robándole horas o minutos de riego de la acequia común; y otro le partió el pie de un azadonazo a “su” ladrón de agua). Ese límite ha sido cruzado demasiadas veces y en forma muy desconsiderada por el gobierno. Los ha engañado y humillado con mucha picardía y poca inteligencia y respeto. Ahora las cosas tardarán en volver a su cause normal y ello no se logrará con nuevas “avivadas” oficiales, sino con “efectividades conducentes” como gustaba decir don Hipólito Yrigoyen.
4.- El gobierno, guiado siempre por su inmediatismo y su afán de ganar la pulseada, como si esto fuera un partido de fútbol, ha echado mano a un viejo esquema que, como suele suceder, en su momento fue real y serio, y en su repetición trasnochada es falso y banal. Cree, o simula creer, que está luchando contra la “oligarquía” agrupada en el Jockey Club, mientras las cámaras de televisión muestran a “piqueteros” que son rudos campesinos, con una pinta y una ropa de “laburantes” que provocarían el inmediato rechazo de su admisión en los lujosos salones del Jockey.
Además, y esto es de público conocimiento y fácil comprobación: de los 4 dirigentes de la “huelga” agraria, el más negociador y “blando” con el gobierno, el más “comprensivo”, es Luciano Míguens, de
Lo que ocurre es que el reloj del grupo gobernante (si de un grupo podemos hablar) atrasa 30 y tantos años en lo ideológico, porque también atrasa en el análisis de la realidad social. O quizá lo haga por picardía: hoy la oligarquía agraria son los grandes “pools” de siembra, los poderosos terratenientes “anónimos” amigos de los gobernantes (y quizás socios suyos) y los pulpos agroindustriales o simples intermediarios que también se llevan a partir de un confite con la pareja presidencial y, en gran medida, son multinacionales extranjeras. Y a esos monstruos nadie los ha tocado, ni mencionado siquiera, en este melodrama o tragicomedia que sufrimos.
5.- Es cierto que entre los “huelguistas” hay ricos.
¿Cómo creerles que realmente luchan por los pobres y contra la oligarquía…? Además, ¡hay tantas sospechas de que ellos dos constituyen la pareja más rica del país en la actualidad…! ¡Y hay otras tantas sospechas de que uno de sus principales operadores todo terreno se ha transformado, de la noche a la mañana y gracias al calor oficial que lo protege, en uno de los mayores terratenientes individuales de la era K, aunque jamás lo dejarán entrar a los exclusivos salones del Jockey Club por razones de "clase" o de clase! Según todo lo indica, los campos de Luciano Míguens quedan hechos una modesta chacrita al lado de los de ese ladero y operador K, al margen de la "clase" o clase a la que pertenece cado uno de ellos.
6.- Visto con la mayor objetividad posible (nunca es completa, por supuesto), este “pas de deux” agro-gubernamental parece tener un elenco del mundo del revés (¡otro caso más!): los ruralistas se comportan como prudentes estadistas o diplomáticos que se cuidan minuciosamente de no sacar los pies del plato, y miran lejos hacia adelante, mientras que el gobierno está actuando sin medir las consecuencias para el país, con la prudencia y la lealtad aletargadas bajo los discursos altisonantes, que dan paso a la violencia y las chicanas propias de un barra brava. Lo único que lo asemeja a un político común (no a un estadista) es su empecinado orgullo de no dar el brazo a torcer, aunque lo haya metido hasta el codo en el pantano.
Además, y por los conceptos que vierten, si uno observa detenida y desprejuiciadamente a los protagonistas de esta puja, el peronista o nacional y popular parece Eduardo Buzzi, y los oligarcas, los habitantes de
Por eso si fuera poco, el matrimonio presidencial ha creado una “task force” de uso múltiple, donde el más educado te insulta en la cara, el más suave te pega una trompada en la espalda (sino un puntapié en el trasero), el más democrático te prohíbe hacer en las rutas lo que él hace todos los días en las calles… y que se mantiene con el diezmo de parte de los fondos de los Planes Jefas y Jefes (la parte que va, justamente, para que la distribuyan los sargentos de la “task force”).
7.- En ese contexto, la presidenta hizo una vaga promesa de dialogar con los “huelguistas”, luego de casi dos meses de manoseo, falluteadas, doble discurso y doble comando sin dudas amañado, promesas incumplidas y acuerdos “anulados” gracias a las apariciones de terror de la “task force”, a veces a través del Rambo de Comercio Interior perteneciente a su batallón ministerial, y otras gracias a un operativo sorpresa de su pelotón de asalto callejero.
Y sucedió lo que era de esperar: los otros pastores, cansados de tanto engaño, no le creyeron al pastorcito mentiroso, y el lobo… ¡El lobo! ¡Cuidado con el lobo...!
Quizás, como en el cuento del pastorcito mentiroso, esta vez el gobierno pensaba cumplir su palabra empeñada (muy probablemente porque necesita con urgencia terminar con esta tragicomedia que se le está yendo de las manos), para lo cual aparentemente había amordazado y sujetado con chalecos de fuerza a los sargentos de su “task force”. Quizás. Pero, insisto, sucedió lo del cuento del pastorcito: nadie le creyó, porque tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe… y parece que se rompió nomás.
Pilar, 16 de mayo de 2008.Juan Gabriel Labaké
Continuará… si el suicidio, el lobo o el estado de sitio no llegan antes
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