Al repasar esta semana algunos de los más sonados crímenes de guerra de EEUU en Irak, nos preguntamos por las posibles causas de estos hechos. Sin duda, responden a multitud de factores que van desde el estrés postraumático, que sufre uno de cada seis combatientes, hasta el abierto desprecio por la vida del otro.
Pero en algunos casos, como señala el profesor James Kelly, estos brutales actos contra civiles indefensos podrían estar relacionados con la imperiosa necesidad del Pentágono de conseguir nuevos reclutas, lo que lo habría llevado a reducir los niveles de exigencia en los procesos de selección.
No es que antes hubiese que ser doctor en derecho internacional y tener un historial moral exquisito para sumarse a las fuerzas armadas, pero la laxitud en el reclutamiento ha abierto la puerta a personas que antes no hubiesen sido destinadas a zonas de combate.
El sargento Jeffrey D. Waruch podría resultar paradigmático en este sentido, pues ya en EEUU había dado muestras de tener evidentes problemas psicológicos. No en vano se le había impuesto una orden de alejamiento de dos mujeres de las que supuestamente había abusado, y la policía le había requisado las armas que tenía en su casa.
Una vez en el terreno, Waruch reaccionó de forma brutal cuando el convoy en el que viajaba, por las proximidades de la ciudad de Al Abbassi, fue alcanzado por una bomba en febrero de 2004.
Aunque el explosivo sólo les hubiera causado heridas leves, Waruch se bajó y corrió hacia una madre, Shaha al Jabouri, y sus dos hijas, que estaban trabajando en un campo de judías. Les disparó cuando intentaban huir. Intisar al Jabouri, de 13 años, murió debido a las heridas.
Tiempo después se supo en la prensa que el sargento Marcus Warner trató de prevenir que Waruch viajase a Irak, ya que lo consideraba “un cáncer para sus hombres”.
Si la experiencia de un conflicto armado resulta profundamente perturbadora para quien está en pleno uso de sus facultades, mucho más lo es para personas inestables emocionalmente y con problemas psicológicos.
Estas últimas tienen aún más probabilidad de cruzar la línea y cometer un crimen de guerra . Sin embargo, el Pentágono las envía a ganarse “el corazón de los iraquíes”.
Pero no sólo eso, ya que en algunos casos EEUU parece dispuesto a amparar sus crímenes. Waruch, que diez días más tarde se vio involucrado en otro asesinato de un civil iraquí, nunca se sentó frente a un tribunal. Sólo fue dado de baja del ejército en 2006.
Matanza de Haditha
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