El piloto más joven de la escuadrilla
Dentro de ese dispositivo de guerra, no fue menor el papel jugado por los pilotos de unas viejas naves, los bombarderos Canberra MK-62, paradójicamente de origen británico, y de un joven teniente, Eduardo Raúl De Ibáñez, quien con 25 años y sin tener completadas las horas de vuelo para piloteara la aeronave, se ofreció a hacerlo, a sabiendas del peligro que corría frente a los veloces y mortales aparatos enemigos.
Este es nuestro homenaje, en la figura del “Pituso” De Ibáñez -así lo apodamos quienes fuimos sus compañeros del secundario en el Liceo Militar General San Martín- y de su navegante, el primer teniente Mario M. González, a todos los caídos en esa auténtica gesta, a quien debemos reconocimiento y honra permanente.
La misión
El Canberra MK-62, era un bombardero atípico de casi 20 metros de largo por 20 de ancho. , bi turbina, como dijimos, de origen británico. Con sus casi 18 toneladas, no era el mejor aparato para atacar buques de la flota de su Real Majestad. Más bien estaba pensado como nave de apoyo de fuerzas de superficie o rompimiento de cabezas de playa. La misión de los viejos Canberra, que fueron incorporados en 1962 a la FAA, era evitar el desembarco británico en la isla Soledad.
Una escuadrilla se compone de tres o cuatro aviones del mismo tipo. 11 eran estos bombarderos en total. Dos escuadrillas fueron encomendadas para la misión. La primera, a cargo del capitán Nogueira; la otra a cargo del capitán Baigorrí. Cada aparato que la compone, lleva, por lo general, dos tripulantes: piloto y navegador. A veces tiene hasta un tercer hombre: el artillero o bombardero.
Cuando la segunda escuadrilla (denominada “Rifle” OF-1117) supo que el destino era Bahía Anunciación, también supo que las perspectivas de supervivencias eran bajas. Las dudas, además de las habituales, giraban acerca de cómo iba a responder el avión. Asimismo, no podían hacer comunicaciones a riesgo de ser detectados. Silencio de radio absoluto era la consigna. Tampoco tenía idea de que había pasado con la primera escuadrilla.
Las acciones
Parten el 1° de mayo, a las 16.20 desde la base “Almirante Zar” en Trelew, con cargas de 10000 libras de peso, cuatro bombas de 100 libras cada una (unos 450 Kg.), bajan al ras del mar porque se desconoce la capacidad de respuesta del enemigo y no es cuestión de ser rastreado por los implacables radares enemigos. La tarea es agotadora. Se confunde el horizonte con el agua, toda la atención está puesta en no rozar el agua. Si la aeronave la toca apenas, se desintegra. Nunca se esta seguro. No se sabe si se esta a cinco, diez o un metro del nivel del mar.
El jefe de la escuadrilla, que siempre va adelante, es “Pájaro”. El numeral 2, menos experto, van en el medio, hacia la derecha, protegido por “Pájaro” y por el jefe de sección, que va retrasado, cuidando la retaguardia. El Pituso, piloto del numeral 2 tenía una experiencia de 800 horas de vuelo con el Canberra. No había completado el entrenamiento, no tenia el certificado de habilitación en este tipo de aparatos, pero igual se ofreció a participar de la misión. Todo sea por la defensa del territorio Patrio.
El cansancio repercute en él. Cielos plúmbeos, aguas encrespadas, un sol que va bajando. Eso pesa en la serenidad del piloto. El vuelo es visual, sensorial, sin instrumentos electrónicos que pudiesen dar una posición. La tensión es cada vez mayor, el Pituso cada tanto se eleva un poco para descansar para luego bajar casi al nivel del mar.
Al “borde nocturno”, como en dicen en su jerga, los aviadores militares, esto es, cerca de las seis de la tarde, uno de los pilotos de la escuadrilla tiene un mal presentimiento. Aunque lejos todavía del blanco, intuye “algo”. De pronto y de la nada, un misil. El jefe de la escuadrilla y el de sección viran. El numeral 2 demora un segundo y eso es fatal. El misil, un AIM 9L, secreto militar hasta ese DIA, a velocidad macht 2 o 3, impacta en la turbina derecha.
Derribo y muerte
Nunca se supo si su lanzador de esquirlas consiguió herir a los tripulantes del Canberra. Son las 17.04. a 50 millas náuticas al norte de la isla Soledad. Las coordenadas de su posición es 49° 30 segundos Sur y 59° 35 segundo Oeste. Ambos, piloto y navegante se eyectan. Uno de los dos Harriers del lado británico se acerca para comprobar el derribo. Esto genera una acción por parte de la Armada Argentina que envía al aviso “Alférez Sobral” a buscar a los pilotos derribados, aún sabiendo que las posibilidades de supervivencia de los oficiales son nulas y que buscarlos es tratar de encontrar una aguja en un pajar. El “Sobral”, es atacado por dos helicópteros británicos que le arrasan el puente, averiándolo seriamente.
Mientras tanto, lo que queda de escuadrilla “Rifle” se aleja rumbo al continente, como pueden, a velocidad máxima para el bombardero, que es de 997 Km. por hora. Los aparatos ahora trepidan y parecen que van a desarmarse en el aire. Al fin, llegan a Trelew a las 19.20.
La sobrevivencia en las heladas aguas del sur es cuestión de minutos, tal vez, de 20 o 30 como máximo. En esa época no existían los trajes térmicos. El Pituso y el teniente González, piloto y navegante, respectivamente del numeral 2 de la escuadrilla “Rifle” del escuadrón Canberra, murieron de frío, no se sabe si heridos. Se habían encontrado con el núcleo del grupo de tareas pirata a cargo de la defensa área de las islas Malvinas.
Eduardo Jorge Raúl De Ibáñez, nuestro Pituso, era el integrante más joven de la escuadrilla. Unos días antes, un 7 de abril, había cumplido 25 años. Había nacido en Las Lajas, provincia de Neuquén, hijo de don Eduardo Rosendo Hovorio De Ibáñez y de doña Elsa Susana Fazio. Cuando ingresó en 1970 con la promoción 32 del Liceo Militar “General San Martín” vivía en Ciudad Evita. Su padre era un fervoroso peronista.
Vaya el eterno homenaje de éste humilde blog a los valientes que combatieron ferozmente al enemigo invasor..Sin detenersea reflexionar de las miserias de la guerra.
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