VIVA EL CACHETAZO
El recambio parlamentario comenzó, el 9 de diciembre de 2009, con la conformación del Grupo A, que con la anuencia de 144 legisladores opuestos al kirchnerismo, tomaron posición en la presidencia de la mayoría de las comisiones de la Cámara de Diputados. Prometieron, entonces, un ejercicio parlamentario ejemplar, capaz de cambiar el curso de la política argentina, a través de vibrantes debates y sanción de ejemplares leyes. Casi un año después, sobre el filo del fin de las sesiones ordinarias, una oposición desgranada sólo pudo juntar fuerzas para votar una ley del 82% móvil que ni siquiera pudo explicar de dónde se financiaría el aumento de las jubilaciones. Otras leyes, importantes, como la de matrimonio igualitario o de glaciares, contaron con el concurso entusiasta de muchos legisladores kirchneristas y de otros que no lo son. Esa lógica binaria que partía de la premisa de desgastar al Gobierno terminó, el miércoles pasado, con el cachetazo de Graciela Camaño de Barrionuevo a Carlos Kunkel. Con el sopapo de la duhaldista que preside la Comisión de Asuntos Constitucionales no sólo se evaporó la obstrucción opositora a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, sino que se terminaron de descomponer los frágiles acuerdos tejidos entre los directivos del Grupo C ( Clarín) y los directivos del Grupo A (Amontonados)
El cachetazo fue una muestra de impotencia, pero también una decisión política. Camaño presidía la sesión de la comisión en la que resultaba evidente que las acusaciones de intentos de sobornos de las diputadas Elisa Carrió, Patricia Bullrich y Laura Hotton eran producto de una mentira destinada al escándalo mediático. Pero la escalada de Clarín y La Nación no terminó cuando la propia Hotton reconocía que era ella quien había llamado a la kirchnerista Patricia Fadel y no al revés como decía Hotton, ferviente evangelista y macrista. Hotton quedó tan abrumada cuando reconoció su mentira que declaró que está harta de la política y que está cerca de dar un portazo.
Lo más impresentable del coro de comunicadores y políticos fue el arco de justificaciones del cachetazo de Camaño. Desde Magdalena Ruiz Guiñazú hasta Mauricio Macri, pasando por Fernando Solanas y Alfredo Leuco, no hubo siquiera el más mínimo sentido común frente a una sociedad que da muestras de aceptación creciente a Cristina Kirchner. Muchísimos ciudadanos que hasta hace poco preferían ser discretos o directamente ocultar su afinidad kirchnerista hoy son los promotores de una movilización formidable que acompaña a la Presidenta
Cuestión de números. El silencio de Clarín y La Nación sobre las mediciones de opinión pública tuvo una fisura importante. Días pasados, dos directivos de Poliarquías –cuyo cliente de peso es La Nación– salieron a desmentir parcialmente una encuesta que había llegado a manos del periodista Marcelo Slotogwiazda y que la dio a conocer en su programa de Radio Mitre. En efecto, Alejandro Catterberg y Sergio Berensztein hablaron de filtraciones para desestimar sus propias mediciones sobre intención de voto. De sus propios estudios, surge que Cristina Kirchner ganaría hoy en primera vuelta si hubiera comicios presidenciales con el 46% de los votos, mientras que Mauricio Macri llegaría apenas al 15% y Julio Cobos al 6%. Más allá del enojo de los directivos de Poliarquía, estos números coinciden con las mediciones de casi todos los consultores. En un momento, además, en el que el Grupo Clarín decidió aumentar a niveles desconocidos su presión. Es decir, tensaron la cuerda al máximo mucho antes de que haya elecciones y cuando la sociedad todavía no termina de digerir la repentina muerte de Néstor Kirchner, que dejó a la Presidenta en un momento personal de gran dolor pero de impresionante compromiso con su tarea. La única explicación está en boca de los argentinos: el apoyo mayoritario a la decisión de Néstor y Cristina Kirchner de impulsar la nueva ley de medios y de ir a fondo contra el monopolio dirigido por Héctor Magnetto leer nota completa
Año 3. Edición número 131. Domingo 21 de noviembre de 2010
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