Ayer, un portavoz del Ejército hebreo apareció en Al Jazeera para decir que Israel tiene "derecho a defenderse" de Hamás. “No podemos dejar que bombardeen nuestras escuelas, que jueguen a la ruleta rusa con nuestros niños. Pero nosotros no somos Hamás, no bombardeamos escuelas, hacemos todo lo posible por evitar las muertes de civiles”, afirmó con rotundidad.
Dicho y hecho: en menos de 24 horas Israel ha bombardeado en tres ocasiones escuelas de la ONU. Aunque sabe dónde están, aunque la ONU le pasó las coordenadas de GPS, el Tsahal les ha dado de lleno. El último ataque, que ha tenido lugar hace apenas unas horas en el campo de refugiados de Yabalia, se acaba de llevar la vida de 40 inocentes.
Recordemos que, a diferencia de otros conflictos, el de Gaza es especialmente perverso porque los civiles no tienen a dónde huir. Israel los tiene cerrados a cal y canto desde hace años bajo un brutal bloqueo de elementos esenciales como alimentos y medicinas. En las escuelas de la ONU se refugian algunas de las 30 mil personas que han huido de sus casas ante la invasión terrestre que comenzó el pasado domingo.
También es importante recordar que esos desplazados internos son a su vez refugiados de 1948, de 1967, que una vez más se han visto obligados a dejarlo todo y escapar junto a sus nietos y bisnietos, con todo el peso de humillación y oprobio que esto conlleva.
Ataques contra la ONU
Si situamos en perspectiva esta terrible violación del derecho humanitario y de la Cuarta Convención de Ginebra, descubriremos que no es más que una repetición de la misma lógica de siempre: argumentando que se defiende, Israel lanza una ofensiva tan desproporcionada y violenta que la muerte de civiles está asegurada.
A medida que pasan los días, y ante el silencio cómplice de los líderes de llamados países desarrollados, la violencia y la frustración del Tsahal aumentan - ese ejército que hace décadas decía ser “el más moral del mundo” -, hasta que se les va de la manos y producen alguna gran carnicería, que destaca del resto por el alto número de muertos. Entonces sí, los líderes de las naciones democráticas se llevan las manos a la cabeza, muestran su falsa indignación, y dicen ya basta, hay que declarar un alto el fuego. Veamos los antecedentes:
1. Primera matanza Qaná
En 1996, Ariel Sharon lanza la Operación Uvas de la Ira contra Hezbolá en el Líbano. Durante 16 días las fuerzas armadas israelíes llevaron a cabo más de 1.100 incursiones aéreas, y bombardearon intensamente el Líbano con unos 25.132 proyectiles. El nombre de la operación no era un homenaje al libro de John Steinbeck, sino una inspiración bíblica: "La espada fuera, el terror dentro, debemos destruir a los hombres jóvenes y a las vírgenes...", desentraña Robert Fisk.
El 18 de abril de 1996, un ataque contra un cuartel de la ONU en el pueblo de Qaná, terminó con la vida de 118 personas que se habían refugiado allí. El gobierno de Tel Aviv se disculpó diciendo que se había tratado de un error. Y argumentó que tenía noticias de la presencia de milicianos de Hezbolá.
El vídeo de un casco azul de Naciones Unidas, originario de las islas Fidji, muestra a un avión no tripulado volando por la zona antes del ataque, por lo que los mandos castrenses israelíes tenían una visión muy clara de lo que sucedía. Esta revelación, conseguida por Robert Fisk, y el informe posterior de la ONU, dejaron en muy mal lugar a Israel, que había afirmado que no tenía aeronaves en el momento en la zona.
Tal fue el estupor mundial que Israel dio por terminada la Operación Uvas de la Ira tras firmar un acuerdo con Hezbolá, en el que ambas partes se comprometían a respetar a civiles (para Hezbolá, llamada siempre "organización terrorista" por la administración de Jerusalén, significó un importante reconocimiento, ya que estaba rubricando un tratado de igual a igual con un Estado).
También la Operación Paz para Galilea, de 1982, que llevó a las tropas de Sharón hasta Beirut, dio lugar a una brutal matanza: Sabra y Chatila, que se cobró la vida de 1.200 personas.
2. Segunda matanza Qaná
El día 25 de julio de 2006, cuatro observadores de Naciones Unidas murieron como consecuencia de las bombas israelíes en el Líbano. Hasta en diez ocasiones se pusieron en contacto con los mandos de Israel para avisarles de su posición, ya que el fuego se acercaba progresivamente al lugar en el que se encontraban.
El secretario general de la ONU en ese momento, Kofi Annan, afirmó que el ataque contra la FINUL fue deliberado, pese a haber aceptado las excusas del primer ministro israelí Ehud Olmert.
La siguiente matanza llegó el 30 de julio. Otra vez en Qaná, sólo que una década más tarde. Al principio se hablaba de 56 muertos. Después la cifra bajó a 28, de los que 14 eran niños. Las tareas de rescate, en medio de la guerra, fueron sumamente complejas y se vieron interrumpidas en varias ocasiones. El gobierno de Olmert argumentó que Hezbolá había utilizado a los civiles como "escudos humanos".
Como de costumbre, no faltaron los intolerantes y demagogos, los que tienen siempre la palabra "antisemita" en la punta de la lengua, que salieron a decir en la red que las fotos de mi buen amigo Lefteris Pitarakis, que se jugó la vida para retratar a los bebés que salían de los escombros, eran un montaje, eran falsas.
Pero el mundo dijo basta. Y el Consejo de Seguridad aprobó la resolución 1701, haciéndole también un favor a Israel, que se había quedado empantanado en el avance terrestre ante la férrea defensa de Hezbolá en pueblos como Bint Jbeil.
Hoy, las tumbas de los muertos ocupan una plaza en Qaná, situada a unas pocas manzanas del memorial en honor a las víctimas de la anterior masacre, la que tuvo lugar en el cuarte de la ONU.
3. Masacre en Beit Hanún
La Operación Nubes de Otoño, sucedió a finales del 2006 a la operación Lluvia de Verano en Gaza. Se centró en la localidad de Beit Hanún. Terminó con la vida de 63 palestinos, la mayoría civiles.
Los tanques hebreos alcanzaron a un autobús escolar, matando a Ramzi Al Ashrafi, de 16 años, y provocando irreparable daño cerebral a Najwa Khleif, una maestra de 20 años. Mataron también a dos conductores de ambulancias.
Pero el punto de inflexión fue la muerte de 18 miembros de una misma familia, durante la noche. Una vez más, el horror del mundo hizo que Israel bajase las armas.
¿Reaccionará el mundo?
Podemos esperar que la muerte de 40 inocentes hoy en una escuela de la ONU en Gaza provoque la ira del mundo, y finalmente nuestros líderes salgan de su cobarde y cómplice silencio para que Israel tenga que dar marcha atrás en su ofensiva.
Israel cuenta con un factor a su favor: a diferencia de otras ocasiones, a establecido un insoslayable bloqueo informativo - censura pura y dura - que impide la presencia de periodistas extranjeros que, como hizo Lefteris Pitarakis aquella mañana de agosto de 2006 en que viajó de Tiro a Qaná, puedan desplazarse a la zona para contar qué sucede.
Mientras escribo estas palabras, otro portavoz israelí, Mark Regev, aparece en las pantallas de Al Jazeera. Afirma que un comando de Hamás estaba disparando desde la escuela y que estaba usando a los civiles como “escudos humanos”. Lo que me provoca una sensación de deja vu, de haber escuchado esto una y otra vez en el pasado, en esta nefasta historia que no deja de repetirse.
El locutor le pregunta por qué tampoco permiten el acceso de la prensa, o de organizaciones internacionales como Human Rights Watch, que es lo que ha pedido la ONU. “No es una propuesta seria. Hamás ha creado un regimen semi totalitario como el de los talibán... Las mujeres llevan velo. La gente no es libre para hablar. Es como mandar una comisión independiente a Corea del Norte”.Hernán Zin-
A veces oír las voces de los testgiso directos aclaran algunas dudas de cómo nos presentan las noticias los medios masivos.
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