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viernes, 6 de agosto de 2021

Un día como hoy pero de 1945 Estados Unidos Arrojó Una Bomba Atómica a Civiles

El mundo cambió de estar en manos de déspotas a otros déspotas con otro poder mayor,.. aniquilar ciudades enteras..No cambió demasiado si analizamos los crímenes de guerra comenzando con éste de bombardear civiles..

Actualmente en Japón están estacionados unos 50.000 soldados estadounidenses. El país asiático nunca ha llegado a firmar ningún tratado para prohibir las armas nucleares, pero sí forma parte del TNP

En conmemoración del Ataque Nuclear en éste único País El primer ministro de Japón, Yoshihide Suga, se ha disculpado este viernes por saltarse parte de su discurso en Hiroshima

 Nuestro país es el único país que ha sido alcanzado por una bomba atómica durante la guerra y comprende mejor que cualquier otra nación la inhumanidad de las armas nucleares, y es importante hacer esfuerzos constantes para lograr un mundo sin armas nucleares".

 El día del ataque contra Hiroshima el cielo pareció explotar, los pájaros se quemaron en pleno vuelo, el asfalto estaba hirviendo, y unas 70.000 o 80.000 personas murieron en el acto. ¿Cuál fue la reacción de EE.UU.?


 

El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos soltó una bomba atómica sobre #Hiroshima. Al día siguiente, los medios de comunicación aliados estallaron en alabanzas y elogios. Horrorizado por lo que nadie parecía notar, Albert Camus escribió este angustiado y apremiante editorial en el periódico clandestino Combat. Eso fue el 8 de agosto.

Al día siguiente estallaría otra bomba en #Nagasaki.

Editorial de Combat, 8 Agosto 1945.

Por Albert Camus.

Traducción de Jorge Mestre

El mundo es los que es, es decir poca cosa. Es lo que cada uno de nosotros sabe desde ayer gracias al formidable concierto que la radio, los periódicos y las agencias de información desencadenaron sobre el tema de la bomba atómica.

De hecho, nos explican –en medio de una horda de comentarios entusiastas– que cualquier ciudad medianamente importante puede ser borrada del mapa con una bomba del tamaño de un balón de fútbol. Periódicos americanos, ingleses y franceses se explayan en disertaciones elegantes sobre el porvenir, el pasado, los inventores, los costos, la vocación pacífica y los efectos de guerra, las consecuencias políticas e incluso el carácter independiente de la bomba atómica. Resumiremos nuestro punto en una frase: la civilización mecánica acaba de llegar a su grado máximo de barbarie. Habrá que escoger, en un futuro más o menos próximo, entre el suicidio colectivo o la utilización inteligente de las conquistas científicas.

Entretanto, podemos pensar que hay cierta indecencia en celebrar así un descubrimiento que se puso, antes que nada, al servicio de la más formidable ira destructiva demostrada por el hombre desde hace siglos. En un mundo entregado a todos los desgarres de la violencia, incapaz de controlarse, indiferente a la justicia y a la llana felicidad de los hombres, a nadie sorprenderá, a menos que adolezca de un idealismo impenitente, que la ciencia se consagre al crimen organizado.

Los descubrimientos deben ser registrados, comentados según lo que son, anunciados al mundo para que el hombre tenga una idea de su destino. Pero que rodeen esas terribles revelaciones con una literatura pintoresca y humorística es insoportable.

Ya no se respiraba con facilidad en este mundo tortuoso. Y he aquí que nos proponen una angustia nueva que tiene todas las probabilidades de ser definitiva. Se le ofrece a la humanidad su última oportunidad. Y tal vez, después de todo, el pretexto de una edición especial. Con toda seguridad, sin embargo, debería ser el tema de algunas reflexiones y de mucho silencio.

Por lo demás, existen otras razones para acoger con sospecha la novela de anticipaciones que los periódicos nos ofrecen. Cuando vemos al redactor diplomático de la Agencia Reuter anunciar que esta invención vuelve caducos los tratados o incluso obsoletas las decisiones de Potsdam, señalar que es irrelevante que los rusos estén en Koenigsberg o los turcos en los Dardanelos, no podemos evitar dudar de este bello concierto de intenciones lejanas al desinterés científico.

Entiéndase bien. Si los japoneses capitulan después de la destrucción de Hiroshima y por efecto de la intimidación, nos alegraremos. Pero nos negamos a sacar de tan grave noticia otra cosa que la decisión de abogar aún más firmemente a favor de una verdadera sociedad internacional donde las grandes potencias no tendrán derechos superiores a las pequeñas y medianas naciones; donde la guerra, flagelo inescapable gracias al solo efecto de la inteligencia humana, no dependerá más de los apetitos o de las doctrinas de tal o cual Estado.

Frente a las perspectivas terroríficas que se abren a la humanidad, percibimos mejor que la paz es el único combate que vale la pena llevarse a cabo. No es ya una plegaria, sino una orden que los pueblos deben imponer a sus gobernantes, la orden de escoger definitivamente entre el infierno y la razón.

El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos soltó una bomba atómica sobre #Hiroshima. Al día siguiente, los medios de comunicación aliados estallaron en alabanzas y elogios. Horrorizado por lo que nadie parecía notar, Albert Camus escribió este angustiado y apremiante editorial en el periódico clandestino Combat. Eso fue el 8 de agosto.


Fuentes  RT en español  /el mal pensante.

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