Facundo cuenta esta parte de su historia y su relación con la historia grande y su pago chico de la infancia. Fue asesinado hace pocas horas en Guatemala. Juan Manuel Strassburger lo entrevistó en su momento para Tiempo Argentino. Vuelve a recordar ese encuentro con Perón que le cambiaría radicalmente la vida que transcurría en Tandil junto a su madre.
Cualquiera pensaría que el lugar donde vive Facundo Cabral, una suite del cuidado Hotel Suipacha, está repleto de discos. Pero no: lo primero que se ve apenas se ingresa al hogar de este hombre que recorrió el mundo con su criolla y canciones como “Yo no vendo, yo no compro”, “Vuele bajo” y “No soy de aquí, ni soy de allá”, todas traducidas en varios idiomas y repetidas de memoria en cualquier fogón, es una pared llena de libros. Y al costado otra. Y otra. “Lo que pasa es que yo soy un cronista más que un músico. Soy más colega de ustedes que de Silvio Rodríguez”, explica Cabral, que no fue a la escuela y aprendió a leer y escribir recién a los 14 años, cuando un jesuita lo rescató de las peleas callejeras en Tandil y le inculcó el amor por la literatura y la filosofía.
“Las comparación con ustedes, los periodistas, no es tan loca”, sigue el cantautor. “A mí me toca ir por el mundo contando todo. ¿Y qué hacen ustedes? Lo mismo. La que pasa es que ustedes publican en un diario y yo en un álbum o en el escenario. Lo mío es un periódico oral. Aunque yo, a diferencia de ustedes, siempre elijo las mejores noticias. No me doy el lujo de publicar todas las que veo. Soy parcial. Cuento lo mejor que viví. Nunca lo peor.”
–¿Es una decisión ética?
–Sí, absolutamente. Podría contar situaciones terribles. No sólo las que vi, sino las que viví. Las que conocen mis amigos y las que me infringieron. Pero jamás me vas a escuchar cantando sobre eso.
–¿Por qué?
–Porque somos lo que repetimos. Me lo enseñaron los antiguos chinos cuando decían: no escuches el mal, no digas el mal, no leas el mal. Para mí eso es una ley. Porque cuando repito soy “socio” de lo que digo. Y cuando pasa eso es como si ya lo estuviera haciendo.
Cerca de cumplir 73 años, la salud de Facundo Cabral le jugó algunas malas pasadas en el último tiempo. Primero fue un cáncer que logró superar con mucho esfuerzo, y luego problemas en la vista y en su pierna derecha, que lo obligaron a usar un bastón y espaciar sus actuaciones hasta prácticamente reducir su cantidad a un puñado por año. “En cada función me va a estar acompañando una personalidad distinta. Un amigo. Porque creo en el diálogo. Me gusta lo que pasa cuando conversan dos que se conocen”, describe el show. Y la producción certifica que es real: que Cabral no tiene la menor idea de quiénes se sentarán con él en el teatro: “Para mí mejor, así me sorprendo”, dice sentado en su escritorio.
Facundo Cabral se levanta y camina hasta la pared donde cuelga una foto enmarcada de Perón y Evita en un descapotable saludando a la multitud. La imagen esta fechada en La Plata el 17 de noviembre de 1946 y registra los segundos previos al encuentro que tuvo el cantautor con ambos íconos nacionales. “Yo vivía en el campo. Éramos muy pobres. No tenía padre y mi madre ya había perdido a dos de mis hermanos. Por eso no tenía idea de quiénes eran Perón y Evita. Sólo sabía que eran el presidente, la señora, y que el pueblo los amaba. Pero nada más”. El autor de “Vuele bajo” todavía se emociona cuando recuerda ese momento. “Nunca más vi una mujer así. Y eso que he conocido a mujeres bellísimas, cultas, finísimas, Grace Kelly, por ejemplo, pero reina como Eva, ninguna. Conocerla me abrió muchas puertas. Todos después me preguntaban cómo era ella. Desde María Teresa de Calcuta a Ray Bradbury, todos.”
Cabral cuenta que al día siguiente de ese encuentro, Evita lo recibió en su despacho y apenas lo vio le dijo: “Tuvimos suerte. Conseguimos una escuela de Tandil en donde tu mamá va a trabajar de celadora. Estos tres señores te van a acompañar. Y esta carta se la llevás a tu madre y se la das al intendente.”
“Te imaginarás cómo me recibieron en Tandil. A mi madre la trataron como a una celebridad. Y la verdad es que ese encuentro con Perón y Evita me salvó la vida. Yo nací ese día. Nunca había visto semejante manifestación de amor. Y me dije: carajo, el amor gobierna. Yo pensaba que estaba condenado a morir sin saber por qué. Pero ahí supe que la Navidad era de todos y que el desayuno era todos los días.”
Pero la historia no terminó ahí. Varios años después, siendo ya Cabral un músico hecho y derecho, un día, de paso por España, se encuentra de casualidad con Jorge Cafrune, que aprovecha para llevarlo a la televisión. “Era el año ’72. No me conocía nadie en España. Pero canto un tema, hablo un poco con el conductor y antes de irme me dicen: ‘¿Sabe usted que este programa lo mira Perón? ¿Por qué no le dice unas palabras? Y ahí me acerqué a cámara y conté toda la historia. Al aire. Y la repercusión fue inmensa. La gente me paraba en la calle diciéndome que me habían visto en la televisión y que yo era el ahijado de Perón. Cafrune me decía: ‘¡Viste! Yo te dije que tenías que venir a España!’”
–¿Y Perón qué te dijo? ¿Se enteró?
–Sí. Al poco tiempo un allegado suyo me abrazó y me dio una carta de siete páginas escritas a mano por él y me dijo: “El General está maravillado con vos porque dice que vos tenés lo que más aprecia: la buena memoria. Sos como un gaucho que paga siempre sus cuentas.” Quedamos en que compartíamos un asado. Pero al poco tiempo Perón volvió a la Argentina y nunca más pude tomar contacto con él.fuente elespejo de Tandil y, a jose ruben sentis blog
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