AUTOR. Pablo Osvaldo FUCCI
Licenciado en Economía-UBA
Especialista en Historia Económica y de las Políticas Económicas-UBA
En los manuales de Economía que responden a la ortodoxia académica se analiza la vinculación entre inflación y desempleo a través de la denominada “curva de Phillips” que expresa una relación inversa entre ambas variables, es decir que con una mayor (menor) tasa de inflación se tiene una menor (mayor) tasa de desempleo.
Si se sigue este enfoque, en las decisiones de política económica puede plantearse un dilema porque luchar contra uno de los dos males implica aceptar el agravamiento del otro mal y entonces debería evaluarse cuál es el mal menor.
Alvan William Phillips (1914-1975) probó estadísticamente que, para Inglaterra en el período 1861-1957, en situaciones de auge hay alta inflación y bajo desempleo mientras que si hay recesión se tiene alto desempleo y baja inflación o deflación.
Sin embargo, para aceptar teóricamente esta combinación deben considerarse como hipótesis de trabajo que la inflación es un problema estrictamente monetario y que el principal costo laboral es el salario.
A fines de la década de 1960 en los Estados Unidos se ingresa en una crisis que motiva diferentes líneas interpretativas.
Una de las menos analizadas en el mundo académico se desarrolla en el libro “La economía del despilfarro” (1983) de David Gordon, Samuel Bowles y Thomas Weisskopf.
Según estos autores hacia fines de la década de 1960 y durante parte de la década de 1970 se observa en EE.UU una situación donde existe una relación directa entre la inflación y el desempleo que los autores denominan “la gran represión”.
Puede definirse como gran represión a las decisiones de política económica, a favor de las ganancias de las grandes corporaciones, para atacar los ingresos de los trabajadores valiéndose de las armas políticas de la inflación y el desempleo como instrumentos de disciplinamiento social
En el presente artículo se plantea que la Macrieconomía posterior al acuerdo con el FMI constituye un ejemplo de gran represión que presenta coincidencias y diferencias con otras experiencias del capitalismo argentino contemporáneo tomando como punto de partida el Rodrigazo de 1975, globo de ensayo de la política económica de la última dictadura cívico-militar que hubo en el país.
Con el final de la segunda guerra mundial y el inicio de la Guerra Fría entre EE. UU y la URSS, en los países capitalistas hubo un progreso con altas tasas de crecimiento (en promedio de un 5% anual), que algunos investigadores denominaron “edad de oro” con situaciones próximas al pleno empleo que hicieron elevar la participación de los salarios en el producto bruto interno.
Hacia fines de la década de 1960 EE. UU ingresa en una crisis de hegemonía producto principalmente del crecimiento de la competencia japonesa y alemana a lo que debe sumarse la resistencia de los países del Tercer Mundo a este liderazgo.
En el mencionado texto “La economía del despilfarro” se señala que
“En el difícil clima político y económico de los Estados Unidos en la década de 1970 era imposible que los distintos demandantes cooperaran, que se pusieran de acuerdo para repartirse la austeridad que implicaba la desaceleración del crecimiento.
El arma más potente del capital, el desempleo, no era eficaz para disciplinar al trabajo.
Como consecuencia las presiones inflacionarias continuaron aumentando durante la década de 1970 y las empresas y el gobierno intensificaron sus ataques contra el poder de los trabajadores y los ciudadanos.” (Páginas 159 y 160 del libro)
En ese contexto se desata una feroz ofensiva internacional contra los asalariados sumando al arma del desempleo, utilizada para pagar bajos salarios, una nueva arma que atenta contra el poder adquisitivo popular como es la inflación.
Puede decirse, en base a la experiencia histórica, que la Argentina pasó, desde 1975, por cuatro situaciones que pueden ser caracterizadas como gran represión:
1) El Rodrigazo de 1975.
2) La crisis de 1981.
3) La hiperinflación 1989-1990.
4) El fin de la convertibilidad en el 2002.
En el caso del Rodrigazo de junio-julio de 1975 hubo una devaluación del 160%, aumento de la nafta de un 180%, el transporte público en un 75%, los subtes un 150% frente a salarios que aumentaron un 100% en todo el año con una inflación anual del 335%, un desempleo que creció del 3% al 6% y una caída del PBI del 1%.
En el caso de la crisis de 1981, luego de la salida de Martínez de Hoz de la función pública, la devaluación de la moneda fue mayor al 200% en todo el año, se observó una caída de la participación de los salarios en el PBI del 29% al 22%, un mayor desempleo, una inflación que fue del 131% anual y una caída del PBI del 7% anual.
En la hiperinflación del final del gobierno de Alfonsín y el inicio del gobierno de Menem se tiene un 4923% de inflación en todo 1989 con un desempleo que aumentó del 5,6% al 7%, un nivel de pobreza que se instaló en un piso del 20%, un descenso en la participación de los asalariados en el PBI y una caída del PBI del 7,5% anual.
En el fin de la convertibilidad en el año 2002 convivieron una devaluación que superó el 200% con una inflación anual del 41% luego de una década de un promedio del 3% anual, salarios que no superaron el 25% del PBI, desempleo del 22%, un 54% de pobres y una caída del PBI del 10,9% en todo el año.
Hay que diferenciar en estos ejemplos la situación de las organizaciones obreras para analizar la relación de fuerzas entre capitalistas y trabajadores asalariados.
En 1975 los sindicatos eran aún poderosos siendo los más importantes aquellos que habían surgido en la etapa del estado de bienestar del primer peronismo (metalúrgicos, textiles, automotrices, alimentos).
En 1981, en el marco del terrorismo de estado, estos sindicatos tenían menos de la mitad de los afiliados siendo muy fuerte la debilidad de las organizaciones obreras
En 1989 los sindicatos más importantes en materia de participación en conflictos eran los estatales y los del transporte que habían desplazado en protagonismo a los sindicatos que florecieron en el primer peronismo que no pudieron recuperarse
En el 2002 el sindicalismo estaba muy fragmentado y el protagonismo era de los trabajadores desocupados organizados en el movimiento piquetero
Puede apreciarse que la combinación fatídica de alta inflación y alto desempleo se aplica por períodos no muy extensos a los fines de lograr un rápido disciplinamiento debido a la gran resistencia social que generan ajustes tan severos
¿Qué especificidades tiene la gran represión generada por la Macrieconomía?
En la Macrieconomía del 2018, el dólar aumentó de $ 19,65 (31/12/2017) a $41,70(30/9/2018) y luego fue contenido de manera ficticia con muy elevadas tasas de interés hasta inicios de marzo del 2019, la inflación llegó al 47% para todo el año (en 2017 fue de un 25% anual), el desempleo se ubicó alrededor del 10% frente a un 8%
del 2017, creció la deuda pública acercándose al 100% del PBI a fines del 2018 cuando en el 2015 no alcanzaba el 50%
En este contexto una corriente de economistas ortodoxos plantean que el gobierno debe buscar una convertibilidad al estilo de la década de 1990 a partir de lograr previamente un fuerte descenso de la inflación (el mal mayor) y para eso se precisa de un fuerte aumento del desempleo (el mal menor en el análisis ortodoxo de Phillips).
Estos análisis cortoplacistas tienen una pobre fundamentación porque no apelan a la experiencia histórica de las grandes represiones que se practicaron.
La gran represión de 1975 fue el preludio de la dictadura cívico-militar mientras que la gran represión 1989-1990 sirvió como base de la estabilización de precios de la convertibilidad. Ambas tuvieron éxito en sus objetivos ya sea por la fuerza en 1976 o por convencimiento en la década de 1990
La gran represión de 1981 fracasa al generar mayor resistencia social y luego de la guerra de Malvinas se acelera la retirada de la dictadura.
Peor para las grandes empresas fue la gran represión del 2002 porque abrió las puertas a la redistribución progresiva de los ingresos más importante de la historia después de la que protagonizó el primer peronismo
La gran represión de la Macrieconomía que aparece en el 2018 y s emantiene en lo que va del año 2019 enfrenta dos graves dificultades:
1) En la década de 1990, tras 15 años de inflación de tres dígitos anuales y de hiperinflación hubo consenso en la población en soportar un mayor desempleo y un ajuste porque la estabilidad de precios representaba un gran alivio, Hoy no existe esa pasividad en la población y el ajuste genera un fuerte rechazo.
2) La resistencia al las políticas económicas supervisadas por el FMI es mayor después de haberse vivido la catástrofe del 2001-2002 y las movilizaciones en contra de las políticas gubernamentales han sido y siguen siendo muy masivas.
Ante este escenario la responsabilidad de los dirigentes y militantes del campo del pueblo es convocar, centralmente a los trabajadores, y a todos los sectores que están siendo agredidos por esta gran represión a derrotar cuanto antes a las políticas Hood Robin subordinadas al FMI que representan el regreso del peor pasado a la Argentina
Se trata entonces de poner fin a las políticas económicas supervisadas por el FMI que desorganizan y convierten en un caos la vida de millones de argentinos
BIBLIOGRAFÍA
Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA): Informes sobre Pobreza y Distribución del Ingreso
Gordon, David, Bowles, Samuel Bowles y Weisskopf, Thomas: “La economía del despilfarro”-Alianza Universidad (1983) Madrid
Rapoport, Mario: “Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000)”-Edic. Macchi
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