PARA MANTENER LA MEMORIA:
Corría el año 1983 y se ingresaba en la Cámara de Diputados el proyecto de Ley que propiciaba la provincialización de Tierra del Fuego Antártida e Islas del Atlántico Sur (con Malvinas y Antartida Argentina), presentado por el Diputado Nacional fueguino Carlos Martín Torres pasando a Comisión el 6 de marzo de 1984 (Expte. 972). En el mismo,Torres fundamentó:
“Con una presencia institucional que ronda la centuria, nuestra Tierra del Fuego, posee una historia contemporánea, a la cual se puede acceder en gran parte, por la presencia de algunos de sus protagonistas, que permanecen aún vivos. El lamentable Tratado de Límites con la República de Chile de 1881, sirvió como base jurídica para la fijación de nuestra estructura de límites, juntamente con el Protocolo aclaratorio de mayo de 1893 y el Arbitraje Británico de 1902 para la cuestión de la Cordillera de los Andes, disposiciones que sirvieron también para entregar a Chile, ambas márgenes del Estrecho de Magallanes (Argentina sólo posee 10 km. de costa aproximadamente entre Cabo Vírgenes y Punta Dúngenes, en la margen Norte, sin contra costa) y de abono al militarismo chileno, en sus ambiciones sobre las Islas Australes, mares y Antártida Argentina, territorios de la Nación que hoy, a un siglo de la sanción de las mencionadas normas, nos vemos en la obligación de disputar, en un clima de alta inestabilidad política, por la provocación de los Imperios que encarnan los sectores anti populares de ambos países. A partir de 1884, con la promulgación de la Ley nro. 1532, Estatuto Legal de los Territorios, entramos a formar parte de la división política del país formal, en disminuidas condiciones, motivadas por la restringida visión de la Nación que informara la concepción política de quienes debían "organizar un pulcro, lúcido y pequeño país", mal inspirados en la legislación norteamericana. Solamente el iluminismo ahistórico, presente doctrinariamente, en el razonamiento de los "organizadores de la República", en el curso de la última mitad del siglo pasado, pudo haber autorizado, en su desprecio por el proceso cultural de la Nación, la ejecución de estas acciones. Solamente poderosas fuerzas del colonialismo interno, vigentes a partir del centralismo del Puerto, pueden mantener, con escasas variantes, esta situación hasta nuestros días. La historia anterior de estas tierras, es la misma que tuvieron que sobrellevar los Pueblos naturales de América, por indicación del mismo Colonialismo que nos humilla desde Malvinas y contra el que se debaten las presentes y futuras generaciones argentinas y americanas, hasta la absoluta dignificación de nuestras Islas. Independientemente de las riquísimas culturas nativas, el exterminio de los aborígenes, fue cruel y total. Él proyecto de dominación, involucraba necesariamente la abolición de estas formas culturales, que la religiosidad popular prolongaba en el tiempo en el camino de la evolución, esencialmente espiritual de la Humanidad. Hubo un imperativo común a toda metodología de conquista, cual fue la ruptura de estas formas tradicionales fue menester imponer la cultura metropolitana. Las tierras aquí conquistadas, grandes extensiones estratégicas para la Nación, de rico subsuelo petrolero, en ambas márgenes del Estrecho, en la costa del Canal Onachaga (Beagle), en la pradera ganadera esteparia del norte de Tierra del Fuego, fueron y seguramente son hoy, a través de testaferros, propiedades de la Corona y los súbditos británicos. Atendiendo a lo reciente de estos fenómenos, el proceso desencadenado de "civilización", tuvo la celeridad y desenfreno del desarrollo moderno, en un contexto de fácil comprobación y como decíamos, de completa y acabada realización. Tierras donde recalaron variados tipos de aventureros, decididos a un rápido enriquecimiento, sin miramientos hacia el suelo que pisaron. Sus facilidades para llevar a cabo las distintas formas de apropiación, permitieron degradar rápidamente las riquezas que se podían extraer de la caza, pesca (lobos de dos pelos, ballenas y otros), de los minerales, etc., por una explotación antihumana. Condenada a "Isla del Diablo" por la presencia del triste Penal de Ushuaia, Tierra del Fuego, en su historia y en la misma humanidad yacente en cada uno de nosotros, fueguinos, fue reivindicada por la decisión del Gobierno Peronista, al eliminarlo del sistema carcelario. Este acontecimiento dignificador y el comienzo de la actividad petrolera en la región, realizada por el Peronismo, se pueden tomar como punto de partida de una nueva época histórica para Tierra del Fuego. Su designación junto con la Isla de los Estados, mediante Dto. Mro. 5626 de 1943, como Gobernación Marítima (... seré ejercido por un oficial superior de la Armada B. Of 5/l0/43); la incorporación de la Antártida Argentina e Islas del Atlántico Sur a su jurisdicción por Ley nro.4.315/54 y. su actual encuadramiento institucional por Dto. 2191/57, luego de un período en el cual la Gobernación fue anexada a Santa Cruz, mediante Ley Nro. 14.408 de 1955, no han podido contribuir a superar, con abundante letra, el vacío institucional y cultural que se palpa en Tierra del Fuego. El de la permanente dependencia, el de los funcionarios de paso, el del menosprecio por los naturales que, aparentemente, no responden a la ecuación étnica del "argentino deseable" para los que mantienen esta situación de colonialismo interno. Esta es la cruel circunstancia humana y política que solo se revertirá con lo PROVINCIALIZACION. Además de la cuestión económica y geopolítica, que es una consecuencia institucional de repercusión nacional y realización impostergable. No obstante esto y enmarcado casualmente en la preponderancia de lo social, que es lo humano, con los altibajos propios del devenir histórico de la Nación, también aquí se pudo observar lo perdurable del andamiaje de sostén y protección que la política peronista, elaboró para la economía y el desenvolvimiento social argentino. Sistema quebrado como en el resto del país a partir de 1976/77 con la modificación del dispositivo financiero; la apertura de la economía; la subsidiaridad del Estado, en el ámbito de la exploración y la explotación petrolera, en manos hoy de compañías representantes de quienes nos humillaran en los foros internacionales. Una subsidiaridad falaz, frente a Y.P.F., una empresa nacional, altamente eficiente humana y técnicamente, cuando es conducida por los que interpretan los intereses de la Nación. En lo que respecta al contemporáneo proceso económico de Tierra del Fuego, podemos decir que, como en el resto del país, resulta heredero de la política implementada desde el golpe militar y se encuentra supeditado a una doctrina de corte economicista, que aún hoy busca superar el pueblo fueguino, postergado en sus justas aspiraciones sociales por indignas especulaciones presupuestarias encontradas con el hombre y su destino en aquella zona de la Patria, doctrina decíamos, netamente negadora del ser nacional...Generando todas las apariencias de un enclave subnacional, peligrando en esta zona litigiosa, especialmente en este último quinquenio el asentamiento de la actividad económica, en el plano industrial se desplazó hacia rubros en los que se hallan postergados la promoción efectiva de los recursos nativos, humanos y materiales. La estructura del modelo, en la actualidad, se halla condicionado por la excepcionalidad de la legislación, con una inestable vida propia que contribuye a fragilizar, la tan difundida reafirmación de la soberanía que esa actividad generaría. Esta situación se halla agravada en sus resultados, por las condiciones generales de la política antinacional del Gobierno de facto, fundamentalmente notable aquí, a partir de 1980 con la reforma financiera, de cambio y del comercio exterior. Efectos que catalizaron el sustratum jurídico económico que establecía por esa Ley un doble régimen legal para la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur: una zona aduanera y fiscal especial y otra zona franca en el resto de la Jurisdicción; pero que por otra parte no se manifestaran de este modo en la aplicación de la misma legislación en el período transcurrido desde su puesta en vigencia en 1972, hasta la fecha anteriormente mencionada, cuando comienza a notarse con toda amplitud y claridad la Dictadura de Martínez de Hoz. Esta legislación sobre la que se asienta este desarrollo padece de dogmáticos errores insalvables y no solamente reglamentarios, tal como se desprende de la lectura de su articulado, de lo que resulta la necesidad impostergable de su adecuación y perfeccionamiento a la nueva realidad nacional, en una acción que tienda a corregir estas falencias y omisiones que se observan en los resultados sociales de su aplicación y que sirva para legitimar una nueva norma, que garantice una completa Promoción económica Integral de todas los sectores de la Comunidad Fueguina, extendiendo hacia ella los beneficias de su vigencia, en un todo de acuerdo a una efectivización plena de la Justicia Social. No obstante que la industrialización y la importante tasa de empleo evidente en Tierra del Fuego, hoy, se ha realizado mediante un desplazamiento interno también consecuencia de la pauperización del resto de la Nación durante los oscuros últimos años, el peronismo, que reconoce sin embargo la importancia de esta actividad como fuente de trabajo y del consecuente asentamiento poblacional, entiende que deberá procederse a transformar paulatinamente la misma hacia una integración creciente de componentes de origen nacional y de fabricación en Tierra del Fuego, con insumos nacionales, mediante una sustitución de importaciones. Realización que deberá contar con plazos adecuados de ejecución y con la estabilidad necesaria para una planificación de futuro y una racionalización de la inversión y reinversión. En fin, sirva esta brevísima reseña histórica, para intentar graficar la debilidad de la política de la Nación en la zona, que esta realidad sutilmente genera, sobre todo: cuando exigimos a los Gobiernos de terceros, que reconozcan nuestra soberanía, sobre territorios a los que la propia Argentina, mantiene en una discrecionalidad jurídico-política, sustentada generalmente en cuestiones economicistas. Cuando la inversión argentina para el desarrollo de la zona austral es aún inestable y muy inferior a las necesidades en obras públicas de producción, infraestructura y servicios, que resultan los verdaderos fortines de la soberanía, mediante los cuales los pueblos realizan la hermandad antes que la guerra, señalando con sus pechos los mejores hitos fronterizos de la Nación, con dignidad argentina y solidaridad indoamericana. Cuando aún no tenemos un sistema estable de conexión por aguas argentinas entre la Isla Grande del Archipiélago Fueguino y el Continente y en fin, cuando aún el pueblo fueguino, pugna por vencer el aislamiento que el colonialismo cultural interno le impone. Por ello como naturales y habitantes del último pedazo de la Nación conservado anacrónicamente como Territorio, el Peronismo en Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, desde temprana hora en el curso de su accionar, ha hecho propio un importantísimo objetivo argentino y por lo tanto americano en aquella tierra: La necesidad de su inmediata PROVINCIALIZACION. Alejada de todo capricho e imprevisión, este objetivo se basa en contemporáneos requerimientos de reivindicación histórica, institucional y geopolítica de esta zona, cuyo abandono por parte del poder central, hoy atestiguan las dos cuestiones de la política exterior más serias que afronta la Nación. Las materias primas y los espacios vitales, los alimentos y el Mar de Hoces, como confluencia de razones estratégicas, ciernen sobre esta parte del país y su continuidad antártica, la codicia de la Sinarquía Internacional. Este debate entre los EEUU e Inglaterra y Rusia principalmente, que tiene como teatro de operaciones nuestra zona austral y otros lugares de América, se halla vigorizado, por la revitalización imperial y petrolera del Reino Unido y la importancia de los descubrimientos hechos costa fuera de la plataforma continental argentina, fueguina especialmente; por la posibilidad proteica del krill, que incluye su utilización como elemento dinamizador de la cadena alimentaria ictícola, de especies de gran consumo mundial, presentes o a incorporar a nuestro habitat marino y por la desestimación como vía de intercomunicación atlántico-Pacífico del Canal de Panamá por parte de los EEUU, que desplaza hacia el Mar de Hoces (Pasaje de Drake para los ingleses), la mira del interés militar estratégico del Neocolonialismo, acechante ya sobre la Antártida y el Atlántico Sur, por cuyas aguas navegan constantemente los Comunistas con sus ambiciones esclavistas. Es precisamente la coincidencia Capitalista-Comunista, la que hoy se plantea el desmembramiento patagónico del cuerpo de la Nación para reservarnos como enclave dentro de su proyecto de autoprotección, frente al crítico siglo XXI, que los encontrará pobres en recursos y espacios vitales. Esta decisión se inscribe dentro de las necesidades planteadas por la política mundial de estos poderosos, llamada a achicar las capacidades productivas de los países periféricos, en los que no caben ya, según estos designios, forma alguna de independencia económica, sojuzgada como toda otra forma de soberanía por el acuerdo Capitalista-Comunista y el modelo del Stalinismo financiero, que no ha respetado ni siquiera a los sectores que tradicionalmente fueron sus aliados y hoy declinantes beneficiarios, para confiar casi exclusivamente, en nuevas élites mercenarias, ligadas estrechamente con el terror y la corrupción. Las necesidades de este desenvolvimiento imperial en América, que pasa por el debilitamiento de lo autóctono, transcurre hoy, por nacionalidades desintegradas y encerradas en una anti-humana razón de estado, imperante en las relaciones geopolíticas, socio-económicas y culturales, por encima del espíritu de nuestros pueblos. Nutrida generalmente en la supresión biológica lisa y llana, esta actitud, desciende del arrojamiento de los naturales, de los proyectos políticos para la institucionalización de esta tierra americana. Realizada por los súbditos directos de los imperios que, desde cualquier ideología que se proponga nuestra dominación, la persistencia de este poder a través del tiempo y el copamiento y manejo de las estructuras de la Nación - contra la voluntad soberana del Pueblo de éste accionar - permite la posibilidad imperialista de entrometerse y ordenar nuestro destino. Guerras, asonadas, fraudes y revoluciones, cursan hilvanando este debate esencial más, es el Radicalismo primero, en la figura de Don Hipólito Irigoyen y de Eva Perón y Juan Perón luego, los que conduciendo y siendo conducidos por el Pueblo, constituyen un símbolo y un lapso histórico de dignificación. Dando por tierra con el llamado Imperialismo Cultural de Occidente, sintetizado en el acuerdo filosófico entre el Capitalismo - Comunismo, los acontecimientos que se producirían, transformarían irreversiblemente la realidad política nacional y americana. Revirtiendo la neutralidad cultural del concepto de Nación impreso a la organización política argentina, plasmada en la última mitad del siglo pasado y que informa la Constitución de 1853, compadecida ideológicamente con el Iluminismo europeo, se producen en nuestra Patria, dos hechos decisivos en cuanto a la definición del ser nacional. Las realiza primero el Irigoyenismo, con la promulgación de las Leyes nro.8129 de Enrolamiento General y nro. 8871 de Elecciones Nacionales, de voto obligatorio, universal y secreto, para todo varón mayor de dieciocho años, con lo que se inicia el proceso de institucionalizar la presencia del pueblo desposeído y orillero en la decisión democrática. Y es el Peronismo luego, con la incorporación de la mujer al voto y de aquellos sectores mayoritarios, las masas trabajadoras, transformadas en Pueblo organizado, como nos dijera Evita, a la más alta conducción de la Comunidad instituida, el que lograría la consolidación de nuestra soberanía política, abonada luego con la democratización de nuestra economía y la declaración de la Independencia Económica, en aquel 9 de julio de 1947. Esta y no otra es la causa del proceso industrializador peronista, dependiente absolutamente de la estructuración doctrinaria de un Movimiento Obrero Organizado, en una única Confederación Nacional. Recordemos que fue necesario desbaratar de plano la Industria Nacional. Asentada en la presencia de la Familia, como unidad social-humana y en la espiritualidad, como rectora del quehacer y de las relaciones e intercambio en el seño de la Comunidad organizada, el Justicialismo, como nueva filosofía; superadora del individualismo y el colectivismo dogmático, logra efectivizar un nuevo camino hacia la humanización: LA JUSTICIA SOCIAL y determinando un nexo estable entre el trabajo - como realización humana esencial - y el capital - como necesidad de la realización revalorizando el concepto social de la propiedad, incluida en un universo humano interdependiente en sus necesidades espirituales y en el que la libertad necesaria para su uso adecuado, se compadezca con la libertad necesaria al hombre para su perfeccionamiento, antes que aquella requerida por quienes sólo lo observan, como un factor más de las fuerzas productivas. Es la decisión del Pueblo, entonces, abonada por su vivir social la determinante de la territorialidad y son sus realizaciones culturales los atributos de la individualidad comunitaria, frente a otras agregaciones humanas. Veamos pues, los puntos salientes del cuadro planteado, en lo correspondiente a la definición nacional:1. La determinación espiritual de aceptar una identidad restringida en un tiempo y espacio dado, en tránsito hacia la reintegración: confederal, continental, etc, necesaria en la evolución y preservación de nuestros Pueblos;2. La decisión que conduce hacia el destino de Felicidad común, accediendo al derecho irrestricto de su demanda en la Comunidad instituida y a la práctica de las responsabilidades sociales para su logro, integrándola e integrándose entre sí y con los demás Pueblos, hacia formas institucionales superiores. Las manifestaciones que este quehacer requiere, en cuanto a la realización humana de bienes y servicios, en el suelo elegido, para satisfacer aquellas necesidades espirituales del conjunto social. Este es el sentir que inspira nuestra Doctrina Peronista y que se definiera por la reivindicación de lo nacional, como presupuesto justo y necesario hacia la confederación de los Pueblos, nutriéndose en el desenvolvimiento cultural y en las potencialidades nativas medularmente integradoras, no hegemónicas ni excluyentes de las otras reuniones culturales humanas, habitantes del suelo continental, dirigidas exclusivamente al logro prioritario de la felicidad del pueblo y para el pueblo. Esta es la virtud de la democracia integrada, de generosa y amplia presencia popular, conducida por la más alta expresión de la conciencia política nacional, la de la única clase de hombres que conocemos: los que trabajan; distante del Stalinismo de la Sinarquía: demo - liberal capitalista o colectivista dogmática del Comunismo. Y no es otra cosa la idea de Comunidad Organizada, lanzada a perfeccionarse constantemente a través de las instituciones que el hombre se ha ido dando en su evolución y en especial desde el Estado. Definido como el resultada cultural político de la transformación del instituto familiar, extendida hacia la conducción del conjunto social, que la integración con sus iguales conforma y que resulta el organismo natural, destinado al ordenamiento de las fuerzas intrasociales, encontradas en la actualidad, debido al desarrollo economicista, de veinte siglos a esta parte. Desenvolvimiento que los hombres debemos transformar en más justo, con una Justicia no exclusivamente singular, hacia el individuo aislado, sino, crecientemente social, esto es, crecientemente humana"
Corría el año 1983 y se ingresaba en la Cámara de Diputados el proyecto de Ley que propiciaba la provincialización de Tierra del Fuego Antártida e Islas del Atlántico Sur (con Malvinas y Antartida Argentina), presentado por el Diputado Nacional fueguino Carlos Martín Torres pasando a Comisión el 6 de marzo de 1984 (Expte. 972). En el mismo,Torres fundamentó:
“Con una presencia institucional que ronda la centuria, nuestra Tierra del Fuego, posee una historia contemporánea, a la cual se puede acceder en gran parte, por la presencia de algunos de sus protagonistas, que permanecen aún vivos. El lamentable Tratado de Límites con la República de Chile de 1881, sirvió como base jurídica para la fijación de nuestra estructura de límites, juntamente con el Protocolo aclaratorio de mayo de 1893 y el Arbitraje Británico de 1902 para la cuestión de la Cordillera de los Andes, disposiciones que sirvieron también para entregar a Chile, ambas márgenes del Estrecho de Magallanes (Argentina sólo posee 10 km. de costa aproximadamente entre Cabo Vírgenes y Punta Dúngenes, en la margen Norte, sin contra costa) y de abono al militarismo chileno, en sus ambiciones sobre las Islas Australes, mares y Antártida Argentina, territorios de la Nación que hoy, a un siglo de la sanción de las mencionadas normas, nos vemos en la obligación de disputar, en un clima de alta inestabilidad política, por la provocación de los Imperios que encarnan los sectores anti populares de ambos países. A partir de 1884, con la promulgación de la Ley nro. 1532, Estatuto Legal de los Territorios, entramos a formar parte de la división política del país formal, en disminuidas condiciones, motivadas por la restringida visión de la Nación que informara la concepción política de quienes debían "organizar un pulcro, lúcido y pequeño país", mal inspirados en la legislación norteamericana. Solamente el iluminismo ahistórico, presente doctrinariamente, en el razonamiento de los "organizadores de la República", en el curso de la última mitad del siglo pasado, pudo haber autorizado, en su desprecio por el proceso cultural de la Nación, la ejecución de estas acciones. Solamente poderosas fuerzas del colonialismo interno, vigentes a partir del centralismo del Puerto, pueden mantener, con escasas variantes, esta situación hasta nuestros días. La historia anterior de estas tierras, es la misma que tuvieron que sobrellevar los Pueblos naturales de América, por indicación del mismo Colonialismo que nos humilla desde Malvinas y contra el que se debaten las presentes y futuras generaciones argentinas y americanas, hasta la absoluta dignificación de nuestras Islas. Independientemente de las riquísimas culturas nativas, el exterminio de los aborígenes, fue cruel y total. Él proyecto de dominación, involucraba necesariamente la abolición de estas formas culturales, que la religiosidad popular prolongaba en el tiempo en el camino de la evolución, esencialmente espiritual de la Humanidad. Hubo un imperativo común a toda metodología de conquista, cual fue la ruptura de estas formas tradicionales fue menester imponer la cultura metropolitana. Las tierras aquí conquistadas, grandes extensiones estratégicas para la Nación, de rico subsuelo petrolero, en ambas márgenes del Estrecho, en la costa del Canal Onachaga (Beagle), en la pradera ganadera esteparia del norte de Tierra del Fuego, fueron y seguramente son hoy, a través de testaferros, propiedades de la Corona y los súbditos británicos. Atendiendo a lo reciente de estos fenómenos, el proceso desencadenado de "civilización", tuvo la celeridad y desenfreno del desarrollo moderno, en un contexto de fácil comprobación y como decíamos, de completa y acabada realización. Tierras donde recalaron variados tipos de aventureros, decididos a un rápido enriquecimiento, sin miramientos hacia el suelo que pisaron. Sus facilidades para llevar a cabo las distintas formas de apropiación, permitieron degradar rápidamente las riquezas que se podían extraer de la caza, pesca (lobos de dos pelos, ballenas y otros), de los minerales, etc., por una explotación antihumana. Condenada a "Isla del Diablo" por la presencia del triste Penal de Ushuaia, Tierra del Fuego, en su historia y en la misma humanidad yacente en cada uno de nosotros, fueguinos, fue reivindicada por la decisión del Gobierno Peronista, al eliminarlo del sistema carcelario. Este acontecimiento dignificador y el comienzo de la actividad petrolera en la región, realizada por el Peronismo, se pueden tomar como punto de partida de una nueva época histórica para Tierra del Fuego. Su designación junto con la Isla de los Estados, mediante Dto. Mro. 5626 de 1943, como Gobernación Marítima (... seré ejercido por un oficial superior de la Armada B. Of 5/l0/43); la incorporación de la Antártida Argentina e Islas del Atlántico Sur a su jurisdicción por Ley nro.4.315/54 y. su actual encuadramiento institucional por Dto. 2191/57, luego de un período en el cual la Gobernación fue anexada a Santa Cruz, mediante Ley Nro. 14.408 de 1955, no han podido contribuir a superar, con abundante letra, el vacío institucional y cultural que se palpa en Tierra del Fuego. El de la permanente dependencia, el de los funcionarios de paso, el del menosprecio por los naturales que, aparentemente, no responden a la ecuación étnica del "argentino deseable" para los que mantienen esta situación de colonialismo interno. Esta es la cruel circunstancia humana y política que solo se revertirá con lo PROVINCIALIZACION. Además de la cuestión económica y geopolítica, que es una consecuencia institucional de repercusión nacional y realización impostergable. No obstante esto y enmarcado casualmente en la preponderancia de lo social, que es lo humano, con los altibajos propios del devenir histórico de la Nación, también aquí se pudo observar lo perdurable del andamiaje de sostén y protección que la política peronista, elaboró para la economía y el desenvolvimiento social argentino. Sistema quebrado como en el resto del país a partir de 1976/77 con la modificación del dispositivo financiero; la apertura de la economía; la subsidiaridad del Estado, en el ámbito de la exploración y la explotación petrolera, en manos hoy de compañías representantes de quienes nos humillaran en los foros internacionales. Una subsidiaridad falaz, frente a Y.P.F., una empresa nacional, altamente eficiente humana y técnicamente, cuando es conducida por los que interpretan los intereses de la Nación. En lo que respecta al contemporáneo proceso económico de Tierra del Fuego, podemos decir que, como en el resto del país, resulta heredero de la política implementada desde el golpe militar y se encuentra supeditado a una doctrina de corte economicista, que aún hoy busca superar el pueblo fueguino, postergado en sus justas aspiraciones sociales por indignas especulaciones presupuestarias encontradas con el hombre y su destino en aquella zona de la Patria, doctrina decíamos, netamente negadora del ser nacional...Generando todas las apariencias de un enclave subnacional, peligrando en esta zona litigiosa, especialmente en este último quinquenio el asentamiento de la actividad económica, en el plano industrial se desplazó hacia rubros en los que se hallan postergados la promoción efectiva de los recursos nativos, humanos y materiales. La estructura del modelo, en la actualidad, se halla condicionado por la excepcionalidad de la legislación, con una inestable vida propia que contribuye a fragilizar, la tan difundida reafirmación de la soberanía que esa actividad generaría. Esta situación se halla agravada en sus resultados, por las condiciones generales de la política antinacional del Gobierno de facto, fundamentalmente notable aquí, a partir de 1980 con la reforma financiera, de cambio y del comercio exterior. Efectos que catalizaron el sustratum jurídico económico que establecía por esa Ley un doble régimen legal para la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur: una zona aduanera y fiscal especial y otra zona franca en el resto de la Jurisdicción; pero que por otra parte no se manifestaran de este modo en la aplicación de la misma legislación en el período transcurrido desde su puesta en vigencia en 1972, hasta la fecha anteriormente mencionada, cuando comienza a notarse con toda amplitud y claridad la Dictadura de Martínez de Hoz. Esta legislación sobre la que se asienta este desarrollo padece de dogmáticos errores insalvables y no solamente reglamentarios, tal como se desprende de la lectura de su articulado, de lo que resulta la necesidad impostergable de su adecuación y perfeccionamiento a la nueva realidad nacional, en una acción que tienda a corregir estas falencias y omisiones que se observan en los resultados sociales de su aplicación y que sirva para legitimar una nueva norma, que garantice una completa Promoción económica Integral de todas los sectores de la Comunidad Fueguina, extendiendo hacia ella los beneficias de su vigencia, en un todo de acuerdo a una efectivización plena de la Justicia Social. No obstante que la industrialización y la importante tasa de empleo evidente en Tierra del Fuego, hoy, se ha realizado mediante un desplazamiento interno también consecuencia de la pauperización del resto de la Nación durante los oscuros últimos años, el peronismo, que reconoce sin embargo la importancia de esta actividad como fuente de trabajo y del consecuente asentamiento poblacional, entiende que deberá procederse a transformar paulatinamente la misma hacia una integración creciente de componentes de origen nacional y de fabricación en Tierra del Fuego, con insumos nacionales, mediante una sustitución de importaciones. Realización que deberá contar con plazos adecuados de ejecución y con la estabilidad necesaria para una planificación de futuro y una racionalización de la inversión y reinversión. En fin, sirva esta brevísima reseña histórica, para intentar graficar la debilidad de la política de la Nación en la zona, que esta realidad sutilmente genera, sobre todo: cuando exigimos a los Gobiernos de terceros, que reconozcan nuestra soberanía, sobre territorios a los que la propia Argentina, mantiene en una discrecionalidad jurídico-política, sustentada generalmente en cuestiones economicistas. Cuando la inversión argentina para el desarrollo de la zona austral es aún inestable y muy inferior a las necesidades en obras públicas de producción, infraestructura y servicios, que resultan los verdaderos fortines de la soberanía, mediante los cuales los pueblos realizan la hermandad antes que la guerra, señalando con sus pechos los mejores hitos fronterizos de la Nación, con dignidad argentina y solidaridad indoamericana. Cuando aún no tenemos un sistema estable de conexión por aguas argentinas entre la Isla Grande del Archipiélago Fueguino y el Continente y en fin, cuando aún el pueblo fueguino, pugna por vencer el aislamiento que el colonialismo cultural interno le impone. Por ello como naturales y habitantes del último pedazo de la Nación conservado anacrónicamente como Territorio, el Peronismo en Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, desde temprana hora en el curso de su accionar, ha hecho propio un importantísimo objetivo argentino y por lo tanto americano en aquella tierra: La necesidad de su inmediata PROVINCIALIZACION. Alejada de todo capricho e imprevisión, este objetivo se basa en contemporáneos requerimientos de reivindicación histórica, institucional y geopolítica de esta zona, cuyo abandono por parte del poder central, hoy atestiguan las dos cuestiones de la política exterior más serias que afronta la Nación. Las materias primas y los espacios vitales, los alimentos y el Mar de Hoces, como confluencia de razones estratégicas, ciernen sobre esta parte del país y su continuidad antártica, la codicia de la Sinarquía Internacional. Este debate entre los EEUU e Inglaterra y Rusia principalmente, que tiene como teatro de operaciones nuestra zona austral y otros lugares de América, se halla vigorizado, por la revitalización imperial y petrolera del Reino Unido y la importancia de los descubrimientos hechos costa fuera de la plataforma continental argentina, fueguina especialmente; por la posibilidad proteica del krill, que incluye su utilización como elemento dinamizador de la cadena alimentaria ictícola, de especies de gran consumo mundial, presentes o a incorporar a nuestro habitat marino y por la desestimación como vía de intercomunicación atlántico-Pacífico del Canal de Panamá por parte de los EEUU, que desplaza hacia el Mar de Hoces (Pasaje de Drake para los ingleses), la mira del interés militar estratégico del Neocolonialismo, acechante ya sobre la Antártida y el Atlántico Sur, por cuyas aguas navegan constantemente los Comunistas con sus ambiciones esclavistas. Es precisamente la coincidencia Capitalista-Comunista, la que hoy se plantea el desmembramiento patagónico del cuerpo de la Nación para reservarnos como enclave dentro de su proyecto de autoprotección, frente al crítico siglo XXI, que los encontrará pobres en recursos y espacios vitales. Esta decisión se inscribe dentro de las necesidades planteadas por la política mundial de estos poderosos, llamada a achicar las capacidades productivas de los países periféricos, en los que no caben ya, según estos designios, forma alguna de independencia económica, sojuzgada como toda otra forma de soberanía por el acuerdo Capitalista-Comunista y el modelo del Stalinismo financiero, que no ha respetado ni siquiera a los sectores que tradicionalmente fueron sus aliados y hoy declinantes beneficiarios, para confiar casi exclusivamente, en nuevas élites mercenarias, ligadas estrechamente con el terror y la corrupción. Las necesidades de este desenvolvimiento imperial en América, que pasa por el debilitamiento de lo autóctono, transcurre hoy, por nacionalidades desintegradas y encerradas en una anti-humana razón de estado, imperante en las relaciones geopolíticas, socio-económicas y culturales, por encima del espíritu de nuestros pueblos. Nutrida generalmente en la supresión biológica lisa y llana, esta actitud, desciende del arrojamiento de los naturales, de los proyectos políticos para la institucionalización de esta tierra americana. Realizada por los súbditos directos de los imperios que, desde cualquier ideología que se proponga nuestra dominación, la persistencia de este poder a través del tiempo y el copamiento y manejo de las estructuras de la Nación - contra la voluntad soberana del Pueblo de éste accionar - permite la posibilidad imperialista de entrometerse y ordenar nuestro destino. Guerras, asonadas, fraudes y revoluciones, cursan hilvanando este debate esencial más, es el Radicalismo primero, en la figura de Don Hipólito Irigoyen y de Eva Perón y Juan Perón luego, los que conduciendo y siendo conducidos por el Pueblo, constituyen un símbolo y un lapso histórico de dignificación. Dando por tierra con el llamado Imperialismo Cultural de Occidente, sintetizado en el acuerdo filosófico entre el Capitalismo - Comunismo, los acontecimientos que se producirían, transformarían irreversiblemente la realidad política nacional y americana. Revirtiendo la neutralidad cultural del concepto de Nación impreso a la organización política argentina, plasmada en la última mitad del siglo pasado y que informa la Constitución de 1853, compadecida ideológicamente con el Iluminismo europeo, se producen en nuestra Patria, dos hechos decisivos en cuanto a la definición del ser nacional. Las realiza primero el Irigoyenismo, con la promulgación de las Leyes nro.8129 de Enrolamiento General y nro. 8871 de Elecciones Nacionales, de voto obligatorio, universal y secreto, para todo varón mayor de dieciocho años, con lo que se inicia el proceso de institucionalizar la presencia del pueblo desposeído y orillero en la decisión democrática. Y es el Peronismo luego, con la incorporación de la mujer al voto y de aquellos sectores mayoritarios, las masas trabajadoras, transformadas en Pueblo organizado, como nos dijera Evita, a la más alta conducción de la Comunidad instituida, el que lograría la consolidación de nuestra soberanía política, abonada luego con la democratización de nuestra economía y la declaración de la Independencia Económica, en aquel 9 de julio de 1947. Esta y no otra es la causa del proceso industrializador peronista, dependiente absolutamente de la estructuración doctrinaria de un Movimiento Obrero Organizado, en una única Confederación Nacional. Recordemos que fue necesario desbaratar de plano la Industria Nacional. Asentada en la presencia de la Familia, como unidad social-humana y en la espiritualidad, como rectora del quehacer y de las relaciones e intercambio en el seño de la Comunidad organizada, el Justicialismo, como nueva filosofía; superadora del individualismo y el colectivismo dogmático, logra efectivizar un nuevo camino hacia la humanización: LA JUSTICIA SOCIAL y determinando un nexo estable entre el trabajo - como realización humana esencial - y el capital - como necesidad de la realización revalorizando el concepto social de la propiedad, incluida en un universo humano interdependiente en sus necesidades espirituales y en el que la libertad necesaria para su uso adecuado, se compadezca con la libertad necesaria al hombre para su perfeccionamiento, antes que aquella requerida por quienes sólo lo observan, como un factor más de las fuerzas productivas. Es la decisión del Pueblo, entonces, abonada por su vivir social la determinante de la territorialidad y son sus realizaciones culturales los atributos de la individualidad comunitaria, frente a otras agregaciones humanas. Veamos pues, los puntos salientes del cuadro planteado, en lo correspondiente a la definición nacional:1. La determinación espiritual de aceptar una identidad restringida en un tiempo y espacio dado, en tránsito hacia la reintegración: confederal, continental, etc, necesaria en la evolución y preservación de nuestros Pueblos;2. La decisión que conduce hacia el destino de Felicidad común, accediendo al derecho irrestricto de su demanda en la Comunidad instituida y a la práctica de las responsabilidades sociales para su logro, integrándola e integrándose entre sí y con los demás Pueblos, hacia formas institucionales superiores. Las manifestaciones que este quehacer requiere, en cuanto a la realización humana de bienes y servicios, en el suelo elegido, para satisfacer aquellas necesidades espirituales del conjunto social. Este es el sentir que inspira nuestra Doctrina Peronista y que se definiera por la reivindicación de lo nacional, como presupuesto justo y necesario hacia la confederación de los Pueblos, nutriéndose en el desenvolvimiento cultural y en las potencialidades nativas medularmente integradoras, no hegemónicas ni excluyentes de las otras reuniones culturales humanas, habitantes del suelo continental, dirigidas exclusivamente al logro prioritario de la felicidad del pueblo y para el pueblo. Esta es la virtud de la democracia integrada, de generosa y amplia presencia popular, conducida por la más alta expresión de la conciencia política nacional, la de la única clase de hombres que conocemos: los que trabajan; distante del Stalinismo de la Sinarquía: demo - liberal capitalista o colectivista dogmática del Comunismo. Y no es otra cosa la idea de Comunidad Organizada, lanzada a perfeccionarse constantemente a través de las instituciones que el hombre se ha ido dando en su evolución y en especial desde el Estado. Definido como el resultada cultural político de la transformación del instituto familiar, extendida hacia la conducción del conjunto social, que la integración con sus iguales conforma y que resulta el organismo natural, destinado al ordenamiento de las fuerzas intrasociales, encontradas en la actualidad, debido al desarrollo economicista, de veinte siglos a esta parte. Desenvolvimiento que los hombres debemos transformar en más justo, con una Justicia no exclusivamente singular, hacia el individuo aislado, sino, crecientemente social, esto es, crecientemente humana"
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